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Munch, el diseccionador de almas

  • Foto del escritor: Ágape Club Cultural
    Ágape Club Cultural
  • 12 dic 2017
  • 2 Min. de lectura

Cuando se le cuestionaba el motivo de sus cuadros, el pintor noruego solía responder: "Así como Da Vinci estudió y diseccionó la anatomía humana para mostrarla, yo hago lo mismo con el alma de las personas".


Edvard Munch es uno de los pintores más representativos de fines del siglo XIX, y gran influencia de los pintores expresionistas de inicios del siglo XX, y todo esto se debe gracias a la gran técnica estética en el empleo de colores, la renovación del estilo y temática, ya que logró conjugar en sus cuadros y grabados evocaciones sobre la angustia, el miedo, el erotismo, la soledad, pero desde una perspectiva lúgubre, sombría.


Con un legado que trasciende más de 1000 cuadros y 15 mil grabados, la gran mayoría de sus obras logran exponerse en el Museo Munch ubicado en Oslo, Noruega. Entre sus grandes obras podríamos citar el tan conocido "El Grito" y "Madonna", aunque aún así son dignos de resaltar pinturas como "El beso", "Celos", "Amor y Pshique", entre otras.


Lo más curioso de sus perspectivas, aunque parezcan tétricas en sus cuadros, nacen de su espíritu altamente sensible, como lo explicaría alguna vez con "El Grito": "estando con un grupo de amigos, me topé ante un atardecer ardiente, que me hizo conmocionar al punto de no poder moverme; el cielo se torno rojo sangre y empecé a experimentar una fatiga intensa. Me quedé allí, parado, mientras escuchaba como un grito atravesaba toda mi naturaleza."


Sus pinturas, y su forma de entender el arte, son un ideal que aún hoy en día se mantienen vigentes por la alta carga emocional que propusieron e intentaron mostrar, como la mezcla de la existencia humana en su lado diurno, pero desde una perspectiva nocturna.

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