"Todo, menos morir...": Martín Adán y su "Casa de Cartón"
- Ágape Club Cultural
- 28 oct 2017
- 2 Min. de lectura
Rafael de la fuente Benavides, quien escudó su identidad bajo el seudónimo de Martín Adán, es uno de nuestros poetas más conocidos y al mismo tiempo uno de los menos leído, si no fuera por La casa de cartón, su obra maestra de adolescencia.
Diestro en el manejo del lenguaje y las formas poéticas sorprendió con esta obra incluso a Luis Alberto Sánchez y José Carlos Mariátegui quienes escribieron respectivamente el prólogo y colofón de la primera edición. Y aunque Adán la hubiera desdeñado al decir que “La Casa de Cartón sólo fue escrita como un ejercicio gramatical de las clases de Emilio Huidobro”, no hay duda que ser una narración que se interrumpe continuamente y proyectar personajes que a veces parecen servir sólo de base o sustento para los juegos de estilo hicieron que en el momento de su publicación se distanciara enormemente de toda la prosa peruana; pese a esto, la novela no despertó mayor interés crítico; la experiencia y las expectativas del lector le impidieron liberarse de los hábitos de lectura predominantes en el Perú hasta en ese entonces.
Es obvio que lo más importante en la estructuración de esta obra no es la historia que narra ni la concatenación cronológica de los acontecimientos. Incluso, a primera vista, la novela da la impresión de tener una estructura bastante desorganizada, por no decir caótica. No se sabe, por ejemplo, a veces, quién habla, con quién se habla, o de quién se habla. El narrador personaje suele confundirse en ocasiones con otro de los personajes principales: Ramón. Hay cambios, sin aparente transición o motivación, de un espacio a otro, de un día a otro. Una lectura cuidadosa, sin embargo, revela que, dentro de esa aparente confusión, se encuentra una ingeniosa estructura, no formada completamente a través de principios estructurales narrativos sino que se distingue por estar constituida por medio de principios propios de otro género literario: el género lírico.
¿Se trataba, entonces, de una novela, un poema largo o una prosa poemática? El desconcierto de lectores y de crítica no ha cesado, aún sus estudiosos más recientes ensayan propuestas de definición.
Sin duda, se puede afirmar que la estructura de La casa de cartón obedece, más que a principios narrativos, a principios estructurales de una novela lírica, tipología acuñada por Ralph Freedman.
La característica más importante dentro de la “novela lírica” es la presencia de la subjetividad lírica. Es decir, como lo señala Freedman (1972, p.54) “lo real objetivo se desvanece y queda sometido a una proliferación de expresiones metafóricas que liberan la función poética.” esto enunciado a través de un “yo” lírico y narrativo.
Dentro de La casa de cartón esta característica se muestra claramente ya que junto con las expresiones metafóricas por las cuales está constituida la obra, sobresale también el acercamiento de imágenes que conjugan atributos insólitos y relaciones discordes entre los objetos, es decir, una asociación interior de imágenes y símbolos donde la culminación de la obra ilumina todo lo anterior.

“Di lo que se te ocurra, juguemos al psicoanálisis, persigamos viejas, hagamos chistes… Todo, menos morir”
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